Cuentos de Carnaval: Murguerotrix y sus muchachos
Hoy me he reunido con algunas personalidades del carnaval de país de nunca jamás, para seguir indagando y contándoles a los lectores de estos cuentos carnavaleros, como surgió el carnaval jamacista.
Don Servando, el presidente de los Azulejiados, dice que su bisabuelo le contó que un tío abuelo suyo por parte de padre, le había contado que antes que el carnaval surgió el concurso de murgas, que por lo visto es el más antiguo de cuantos se celebran.
Le contó su bisabuelo, que el primer murguero jamacista fue Murguerotrix. Un individuo que se pasaba desde el viernes hasta el domingo tocando la flauta por los poblados de las distintas tribus jamacistas.
Según parece ser, en su poblado andaban algo cabreados porque el “Gran Simplón de la tribu” (así llamaban en esos tiempos al jefe) había ordenado que de la cosecha de nísperos, ¾ partes tenían que ser para el y su familia.
Viendo el mosqueo que tenía la peña, a Murguerotrix, se le ocurrió cantarle una canción del juglar más popular de esa época, pero cambiando la letra original por letra critica a la decisión del “Gran Simplón”.
Así que cogió a 40 pibes de su tribu, les expuso la idea, les gustó y de inmediato se pusieron a ensayar.
Murguerotrix fue un visionario, ya en esa época se pensaba en atraer al turismo a las tribus jamacistas, por eso la pancarta está en ingles. En la imagen extraída del libro de Raimundo Guiance, “Crónica del Carnaval de Nunca Jamás” se recrea al padre de las murgas jamacistas ensayando con sus muchachos.
Una vez que vieron que tenían el mínimo nivel para no hacer el ridículo, se fueron a ver al Gran Simplón de la tribu, y le cantaron el tema titulado “Simplón, no nos toques los nísperos”. A pesar de que al Gran Simplón no le gustó mucho, les aplaudió puesto en pie. (…El Gran Simplón en conversación con “el lenguín de la tribu”, dijo que prefería el humor a la crítica).
En Los poblados de al lado por medio de “el lenguín” (persona de la tribu que se encargaba de dar las noticias) se enteraron de lo que habían hecho Murguerotrix y sus muchachos, y decidieron hacer lo mismo, dedicándose también a cantarle a sus respectivos Gran Simplones, lo que les parecía mal.
En invierno, hacían unas fiestas populares en todos los poblados y a Murguerotrix se le ocurrió que podía ir con sus muchachos a cantar. En los poblados de al lado también por medio de el lenguín de la tribu, tuvieron conocimiento de que murgueotrix y sus muchachos iban a ir a cantar y quisieron ir también.
Pero el Gran Simplón de la tribu viendo que podía hacer un buen trueque, decidió que quienes quisieran participar tenían que llevarle una cesta de higos picos pelados.
Además, decidió que el lenguín de la tribu eligiera entre esos grupos al mejor. Le pusieron una piedra grande plana y otra más pequeña para que se sentara, unas velas…ya que era casi de noche, para que pudiera ver cuando grababa en piedra las puntuaciones.
Así nació el primer concurso y jurado de murgas del país de nunca jamás.
Con el paso de los años, el “Gran Simplón” decidió que para elegir el ganador no podía ser una sola persona, así que mandó a llamar a los cuatro más enterados de la tribu …que de todo sabían, para que, junto con el lenguín, eligieran al mejor grupo. Por esa época, ya los había que querían recusar a uno o algunos de los enterados miembros del jurado, pero el Gran Simplón, dijo que los fallos de los enterados y el lenguín, eran inapelables.
Pasaron los años Murguerotrix se fue a otra dimensión, y para recordarlo, a partir de ese momento, los que formaban parte de esos grupos, se empezaron a llamar murgueros y a los grupos decidieron denominarlos murgas.
Me cuenta también D. Servando, que su bisabuelo le contó que al principio era un único premio de una cesta de fruta variada, que luego empezaron a dar tres premios con tres cestas de fruta de distintos tamaños (primer premio: cesta grande, segundo premio: cesta mediana, tercer premio: cesta pequeña), pero en la actualidad, las cestas las dan vacías.
Afirma que suelen haber piques sanos por lograr alguna de las tres cestas.
Ali Abbassi Rojas